Muchas son las personas que se enfrentan a la infertilidad cada día. El deseo de conseguir un embarazo y no poder lograrlo produce una serie de emociones negativas a las que no estamos habituados, y que no resultan agradables para nuestro organismo.
Ser padres es uno de los objetivos más deseados por cualquier persona. Se trata de un suceso normativo, que llega en el momento adecuado; cuando hemos conocido a la pareja ideal para ello y cuando nuestra edad nos asegura el grado de madurez necesario para llevar a cabo este acontecimiento que marcará un antes y un después en nuestras vidas.
No obstante, en ocasiones las ilusiones se truncan debido a la imposibilidad por conseguir un embarazo; cuando, tras un largo tiempo manteniendo relaciones sexuales sin protección con la misma pareja, no conseguimos ver el ansiado positivo, nos encontramos ante la realidad; la infertilidad.
La infertilidad no es un trastorno nuevo; lleva existiendo desde épocas antiguas. No obstante, es ahora cuando, gracias al desarrollo de la ciencia, podemos conocer en mayor medida de que se trata y las posibilidades que existen a la hora de tratarlo. El tratamiento de este problema debe ser global, por lo que son diferentes áreas las que se tienen que tener en cuenta. Una de ellas, a la que se suele relegar a un segundo plano, es el área emocional.
No nos engañemos; no poder conseguir un objetivo que durante toda nuestra vida ha estado marcando nuestra adultez produce un impacto psicológico de grandes dimensiones. Enfrentarse a no poder conseguir un embarazo, y al diagnóstico de infertilidad es uno de los procesos más duros por los que puede pasar una pareja en edad fértil y con ganas de concebir.
Algunas de las emociones consecuencia de este problema son:
Culpa
Una de las primeras emociones en aparecer en el proceso de infertilidad es la culpa. El hombre se pregunta por qué no puede concebir, y más allá de encontrar la respuesta adecuada, siente un sentimiento de culpa muy intenso, que se agranda a medida que observa como otros hombres si que consiguen el objetivo.
Preguntas como ¿Qué estaré haciendo mal? ¿Será que no estaré capacitado para traer descendencia? Pueden tener una gran mella psicológica y provocar trastornos más complejos, como la depresión o la ansiedad.
Angustia
La angustia es una emoción que solemos experimentar cuando desconocemos la razón de algo. En este caso, sentimos angustia al no poder conseguir un embarazo, que, junto a la preocupación, aumentan las sensaciones psicológicas negativas adheridas a este proceso.
Como resultado, el hombre termina muy angustiado al no poder encontrar la solución a sus problemas, por lo que en muchas ocasiones esta es la emoción que impulsa a visitar al médico para iniciar un tratamiento eficaz.
Depresión
La depresión es un trastorno que puede ser el resultado de la acumulación de emociones negativas, experimentadas como consecuencia de la infertilidad. Además, algunos estudios han demostrado que el propio trastorno dificulta, en sí, tener un mejor esperma que posibilite el embarazo. Es por ello que este trastorno puede llegar a ser verdaderamente incapacitante, a la vez que difícil de tratar.
Problemas de pareja
Aunque no se trata de una emoción en sí, los problemas de infertilidad pueden terminar provocando problemas de pareja. La imposibilidad de conseguir un objetivo común puede desgastar la relación, hasta el punto de separarla para hacer realidad el deseo, cada miembro por separado.
Esto, a su vez, podría generar otras emociones negativas mucho más intensas, que, adheridas a las ya experimentadas, agravarían el cuadro psicológico y aumentarían la posibilidad de sufrir otros trastornos más limitantes.
La solución
Para que todas estas emociones negativas no resulten dañinas para nuestro organismo, la solución pasa por cuidar también nuestro aspecto psicológico dentro del tratamiento contra la infertilidad. Acudir a buenos profesionales puede ser la solución definitiva, que nos permita enfrentarnos a este problema de la manera más adaptativa posible, impidiendo problemas añadidos que puedan agravar nuestra infertilidad masculina o causarnos diferentes situaciones irreparables en nuestra vida y nuestro entorno.
Cuando el problema ha agravado la relación de pareja, someterse a terapia de pareja puede ser una solución muy recomendable para volver a conectar y encontrarse a si mismos, haciendo frente a los problemas de manera unida y conjunta, y aceptando la infertilidad en última estancia como una característica positiva para la pareja.