Aproximadamente un tercio de los embarazos termina en aborto natural durante los primeros tres meses de gestación. El primer trimestre es, por tanto, fundamental para esclarecer la continuidad del embarazo, pues una vez pasado este tiempo, descienden mucho las probabilidades de sufrir una interrupción natural de la gestación.

Son muchas, por tanto, las parejas que se enfrentan al duelo que supone la pérdida de un embarazo. Aunque en ocasiones las emociones suscitadas pueden infravalorarse al no haberse producido el nacimiento, para los padres suele ser un duro golpe del que necesitarán de su fuerza interior para recomponerse adecuadamente. Y es que perder un embarazo no significa tan solo perder a un hijo, sino además, perder la oportunidad de poder llevar a cabo el rol de padres, tan premiado por la sociedad.

Cuando hablamos de duelo, nos referimos a la gestión emocional de una pérdida significativa, que normalmente ocurre durante el tiempo posterior al fatal desenlace. Poder entender los procesos emocionales que aparecen durante este tiempo y atenderlos de la mejor manera posible mejorará nuestro estado de ánimo y nos dará las fuerzas suficientes para poder enfrentarnos, de nuevo, a la búsqueda de un nuevo embarazo con energías renovadas, sin que la sombra de volver a pasar por esta situación nos limite nuestros movimientos.

Emociones suscitadas tras un aborto

Las emociones que suelen aparecer tras un aborto son de índole negativo. Entre ellas, encontramos:

La culpa

En la mayoría de las ocasiones, los abortos espontáneos se dan por causas naturales, sin que los padres puedan evitarlo. Es por ello que no resultan culpables de esta situación; no obstante, en muchas ocasiones la culpa es una de las primeras emociones en hacer acto de presencia. Generalmente aparece en la madre, quien puede llegar a la conclusión de que no ha cuidado bien del embrión o de que su cuerpo no está preparado para crear vida.

El enfado

En ocasiones, el embarazo no sucede de manera rápida. Puede ser la culminación de un largo camino recorrido, con intentos fallidos e incluso la realización de tratamientos de fertilidad, que han podido demandar mucho esfuerzo y dinero. El aborto, por tanto, produce una alta dosis de enfado y un sentimiento de injusticia muy pronunciado.

Aislamiento y ansiedad

La tristeza que produce haber sufrido un aborto puede afectarnos de tal modo que el aislamiento forme parte del duelo que necesitamos pasar. De la misma manera, diferentes estados mentales como la ansiedad y la depresión pueden hacer acto de presencia. En estos casos, deberemos buscar ayuda profesional.

Rechazo hacia otras madres

Todas estas emociones pueden aumentar debido a la presencia de otras mujeres que sí que han conseguido llevar un embarazo a término y disfrutan de sus hijos. Observar nuestro objetivo fallido en otras personas puede hacernos sentir más tristes y ansiosas.

Problemas en la relación de pareja

Buscar culpables es el primer problema al que se debe enfrentar una pareja. No obstante, esto dificulta la relación y la consecución de un posterior embarazo. Lo ideal es mantenerse unidos ante esta adversidad y volver a intentarlo cuando el cuerpo femenino esté totalmente recuperado de esta pérdida y se encuentre receptivo.

El proceso del duelo

Cómo se lleve a cabo el proceso del duelo determinará, en mayor medida, su recuperación y la consecución de un nuevo embarazo. Es por ello que necesitamos ofrecernos tiempo a nosotros mismos para poder sentir todas las emociones descritas anteriormente y entender, con el paso de los días, que no existen culpables de esta interrupción. En caso de que este estado de ánimo se alargue en el tiempo y no encontremos mejoría, será muy recomendable pedir ayuda profesional que nos permita recobrar nuestro día a día y volver a enfrentarnos a un embarazo con todas las garantías emocionales.